Palabras de Héctor Ñaupari
Presentación del libro Poiesis Hispanoamericana, Antología
de Poesía Hispanoamericana
Casa de la Literatura Peruana, 29 de agosto de 2012
En estos días que corren, la realidad se ha
vuelto decididamente antipoética. Y, la poesía, desamparada y despojada, de
vuelta de todo, ¿dónde está? Decimos que está aquí, en este panorama de la
poesía hispanoamericana que presentamos hoy, titulada Poiesis Hispanoamericana, y que han editado mis amigos Iván
Fernández Dávila y Raúl Allaín.
Cuando ya el perturbador estruendo de los grupos
literarios latinoamericanos ha cesado, y éstos se han convertido, a decir de
Roberto Bolaño, en avance y retroceso al mismo tiempo: unas vanguardias que,
como el Dios Jano, miraban simultáneamente a uno y otro lado, siendo también
reacción y retaguardia, aparece esta antología dispuesta a decirnos que los
poetas no viajaremos al final de la noche resignados, que no escucharemos lo
que nos dice la boca de la sombra en silencio.
Así es: en este libro, Poiesis, nos aprestamos a realizar la travesía definitiva – pues,
siguiendo al susurro de la Diosa Atenea a Odiseo, es el viaje y no el destino
lo importante – y en los textos que se han publicado y reconocemos se encuentra
nuestra voz.
Nuestra voz; que, cierto es decirlo, en este
siglo de autistas de Blackberry, de esos cadáveres a crédito, cretinos
cotidianos y frívolos, de idiota mirada fija solo en sus ombligos, es
completamente desoída. Donde, al imponerse esa terrible dictadura de lo
políticamente correcto, que niega nuestro ser esencial – no comas carnes rojas,
no digas palabras soeces, no bebas, no fumes, no caces animales, no vivas al
límite, no tengas aventuras, no conozcas personalmente a nadie – la poesía hispanoamericana
es un ser ajeno, extraño, un ornitorrinco en una cristalería, que nadie sabe
bien qué hace allí, del que nadie tiene idea qué hacer con él, que no puede ser
explicado, justificado o entendido.
La pregunta que a los poetas toca hacernos – y
que invito a hacer a los seleccionados de
Poiesis – es: ¿para qué ser entendido por quienes no pueden escribir su
nombre sin faltas gramaticales? ¿Ser correspondido por quienes deben volver a
aprender castellano para que redacten un correo sin emoticones? Grave error, el
reconocimiento de los poetas y escritores en países donde nadie, o casi nadie,
lee, ha creado una situación perversa: no hay poesía oficial ni marginal, pues
lo marginal viene de lo oficial, y viceversa; donde, el reconocimiento para
cada poeta proviene de quehaceres ajenos; y, finalmente, se llega al absurdo
que el reconocimiento de la poesía por “lo oficial” depende de qué tanto ésta
pueda subvertir los valores mayoritarios, lo que es una forma de explicar la
idea paradojal de la “tradición de la ruptura” descrita por Octavio Paz en Los hijos del limo.
A su vez, es verdad que la poesía no ha dejado
de leerse pero su irradiación se ha resentido, en España y en América Latina,
debido a la fractura de los circuitos de comunicación así como por el menoscabo
del espacio disponible en los medios.
En este escenario, ¿qué hacer con la poesía
hispanoamericana contemporánea, de la que Poiesis
es una selección vigorosa y violenta, como un toro de lidia embravecido? Si no
existe, inventarla; si ha sido desoída, hacerla oír; si ha sido violentada,
vengarla. De los autores de Poiesis hay
que esperarlo todo, porque nada está hecho; entre tantas cosas, que tomen la
única ruta que nos queda cuando estamos atrapados en un callejón sin salida: ir
hacia adelante.
También, a los poetas de Poiesis les ha tocado el turno de la palabra en la transición que
rehace su lugar, marginal y precario, en una cultura sin horizonte social
articulado; donde, sin embargo, deben recuperar el valor de las palabras y
albergarlas del derroche del sinsentido. Menuda tarea.
Pero se debe acometer, pues en ella los
creadores nos jugamos la vida – si consideramos, como lo hizo Gustave Flaubert,
que escribir es una manera de vivir – y que, por la poesía, al igual que por la
libertad, “bella como la vida, habrá que darlo todo; si fuere necesario, hasta
la sombra, y nunca será suficiente”, como escribiera el poeta cubano Fayad Jamís.
Para darlo todo, hasta la sombra, los poetas
deban despojarse de frivolidades y envolverse de imaginación, escribir a partir
de su encuentro con la realidad, ya sea para abrazarla o golpearla, pero
escribir siempre desde sus propias entrañas: no hacerlo es una cobardía, y de
eso cualquiera, letrado o no, se da cuenta, tal como los perros huelen el
miedo.
Escribir, como dijera el poeta infrarrealista
mexicano Rubén Medina, “el poema lanzado, de formas múltiples, a la aventura”. El
núcleo central de la poesía hispanoamericana posible debe ser, pues, la
aventura, cree el ya citado Bolaño, y yo le secundo. Rimbaud, Hemingway, Dos
Passos, Kerouac, Morrison, antes que cualquier otro.
Hacer de la poesía una “aventura de los nervios,
aventura de los párpados, aventura del camino, aventura de la revolución,
aventura del amor”, como escribiera el autor de Los detectives salvajes y 2666
en su análisis de la nueva poesía latinoamericana, y que me gustaría extender a
tierras ibéricas, a cuyas gentes y ciudades me encuentro tan unido y quiero
tanto.
Ahora bien, ¿qué es lo “contemporáneo” en Poiesis? Habrá que señalar, como lo hace
el poeta mexicano Roberto Arizmendi, en el prólogo a su antología Poesía latinoamericana hoy, que se
entiende por contemporáneo en el poeta “la presencia de temas o asuntos
palpitantes; una voz que refleja el ser y sentir del ser humano y de la
sociedad donde habita, reconociendo al ser humano y al poeta como ser unitario
y universal, capaz de entender su propia existencia y entender el mundo que
habita y en donde participa en la construcción de la historia”.
Lo contemporáneo es, también, el primer paso
hacia el futuro. Y, respecto a la poesía que comentamos, hay que decir, como
señala Julio Ortega, en el prólogo de su libro Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI, “¿Cómo leer
la poesía que vendrá? Por alguna razón, no del todo evidente, la lectura de
poesía es un acto de fe”.
Ese acto de fe tiene que ver con la definición
de poeta moderno que nos brinda el estudioso romanista alemán Hugo Friedrich,
como “el aventurero que se lanza a territorios del lenguaje todavía no
hollados”, donde la poesía, como sostuvieron los surrealistas en su tiempo, ha
sido siempre parte de la vida.
De lo que podemos estar seguros, en la
diversidad de creadores de Poiesis Hispanoamericana,
es que los textos antologados comunican un conocer lo particular, un contenido
íntimo, individualizado, que contiene la misión misma del arte: “una
significación que expresa la individualidad”, como señalara el poeta y crítico
literario español Carlos Bousoño en su Teoría
de la expresión poética.
Y esa individualidad se encuentra en las huellas
de los textos de esta antología: huellas del viaje, del amor, de la amistad,
del interior del exterior, de la poesía como empresa de salud, como expresión
de la política, o significación del delirio, donde los poetas están más allá de
sí mismos: como elementos existentes o fantasmas sin rostro, reinventándose a
sí mismos.
La individualidad poética de los autores
antologados queda patente al hacer de sus textos un modo de serenar su
cotidiana angustia, ante este mundo que les causa dolor y desconcierto. Por eso
un elemento central de los textos que comentamos es su valor como bálsamo
medicinal o resistencia, que alivia la pesadumbre o la congoja existencial del
poeta, o constituye la armadura con la que se cautela de esta realidad que lo
lesiona.
En cualquier caso, para ir concluyendo, los
poemas de Poiesis Hispanoamericana son
las peras de este olmo de dos orillas: de la España, hoy “con su vientre a
cuestas”, para decirlo con Vallejo, y de la América, en la que “se alzó tu
imagen como una torre sobre la temprana noche”, según escribe Norah Lange.
Leámoslos para encontrar nuestra propia voz en esta espléndida sinfonía.
Muchas gracias.