martes, 11 de septiembre de 2012

Palabras de Héctor Ñaupari con ocasión de la presentación de la Antología de Poesía "Poiesis Hispanoamericana: Selección de poesía contemporánea"



Palabras de Héctor Ñaupari

Presentación del libro Poiesis Hispanoamericana, Antología de Poesía Hispanoamericana

Casa de la Literatura Peruana, 29 de agosto de 2012

En estos días que corren, la realidad se ha vuelto decididamente antipoética. Y, la poesía, desamparada y despojada, de vuelta de todo, ¿dónde está? Decimos que está aquí, en este panorama de la poesía hispanoamericana que presentamos hoy, titulada Poiesis Hispanoamericana, y que han editado mis amigos Iván Fernández Dávila y Raúl Allaín.

Cuando ya el perturbador estruendo de los grupos literarios latinoamericanos ha cesado, y éstos se han convertido, a decir de Roberto Bolaño, en avance y retroceso al mismo tiempo: unas vanguardias que, como el Dios Jano, miraban simultáneamente a uno y otro lado, siendo también reacción y retaguardia, aparece esta antología dispuesta a decirnos que los poetas no viajaremos al final de la noche resignados, que no escucharemos lo que nos dice la boca de la sombra en silencio.

Así es: en este libro, Poiesis, nos aprestamos a realizar la travesía definitiva – pues, siguiendo al susurro de la Diosa Atenea a Odiseo, es el viaje y no el destino lo importante – y en los textos que se han publicado y reconocemos se encuentra nuestra voz.

Nuestra voz; que, cierto es decirlo, en este siglo de autistas de Blackberry, de esos cadáveres a crédito, cretinos cotidianos y frívolos, de idiota mirada fija solo en sus ombligos, es completamente desoída. Donde, al imponerse esa terrible dictadura de lo políticamente correcto, que niega nuestro ser esencial – no comas carnes rojas, no digas palabras soeces, no bebas, no fumes, no caces animales, no vivas al límite, no tengas aventuras, no conozcas personalmente a nadie – la poesía hispanoamericana es un ser ajeno, extraño, un ornitorrinco en una cristalería, que nadie sabe bien qué hace allí, del que nadie tiene idea qué hacer con él, que no puede ser explicado, justificado o entendido.

La pregunta que a los poetas toca hacernos – y que invito a hacer a los seleccionados de Poiesis – es: ¿para qué ser entendido por quienes no pueden escribir su nombre sin faltas gramaticales? ¿Ser correspondido por quienes deben volver a aprender castellano para que redacten un correo sin emoticones? Grave error, el reconocimiento de los poetas y escritores en países donde nadie, o casi nadie, lee, ha creado una situación perversa: no hay poesía oficial ni marginal, pues lo marginal viene de lo oficial, y viceversa; donde, el reconocimiento para cada poeta proviene de quehaceres ajenos; y, finalmente, se llega al absurdo que el reconocimiento de la poesía por “lo oficial” depende de qué tanto ésta pueda subvertir los valores mayoritarios, lo que es una forma de explicar la idea paradojal de la “tradición de la ruptura” descrita por Octavio Paz en Los hijos del limo.

A su vez, es verdad que la poesía no ha dejado de leerse pero su irradiación se ha resentido, en España y en América Latina, debido a la fractura de los circuitos de comunicación así como por el menoscabo del espacio disponible en los medios.

En este escenario, ¿qué hacer con la poesía hispanoamericana contemporánea, de la que Poiesis es una selección vigorosa y violenta, como un toro de lidia embravecido? Si no existe, inventarla; si ha sido desoída, hacerla oír; si ha sido violentada, vengarla. De los autores de Poiesis hay que esperarlo todo, porque nada está hecho; entre tantas cosas, que tomen la única ruta que nos queda cuando estamos atrapados en un callejón sin salida: ir hacia adelante.

También, a los poetas de Poiesis les ha tocado el turno de la palabra en la transición que rehace su lugar, marginal y precario, en una cultura sin horizonte social articulado; donde, sin embargo, deben recuperar el valor de las palabras y albergarlas del derroche del sinsentido. Menuda tarea.

Pero se debe acometer, pues en ella los creadores nos jugamos la vida – si consideramos, como lo hizo Gustave Flaubert, que escribir es una manera de vivir – y que, por la poesía, al igual que por la libertad, “bella como la vida, habrá que darlo todo; si fuere necesario, hasta la sombra, y nunca será suficiente”, como escribiera el poeta cubano Fayad Jamís.

Para darlo todo, hasta la sombra, los poetas deban despojarse de frivolidades y envolverse de imaginación, escribir a partir de su encuentro con la realidad, ya sea para abrazarla o golpearla, pero escribir siempre desde sus propias entrañas: no hacerlo es una cobardía, y de eso cualquiera, letrado o no, se da cuenta, tal como los perros huelen el miedo.

Escribir, como dijera el poeta infrarrealista mexicano Rubén Medina, “el poema lanzado, de formas múltiples, a la aventura”. El núcleo central de la poesía hispanoamericana posible debe ser, pues, la aventura, cree el ya citado Bolaño, y yo le secundo. Rimbaud, Hemingway, Dos Passos, Kerouac, Morrison, antes que cualquier otro.

Hacer de la poesía una “aventura de los nervios, aventura de los párpados, aventura del camino, aventura de la revolución, aventura del amor”, como escribiera el autor de Los detectives salvajes y 2666 en su análisis de la nueva poesía latinoamericana, y que me gustaría extender a tierras ibéricas, a cuyas gentes y ciudades me encuentro tan unido y quiero tanto.

Ahora bien, ¿qué es lo “contemporáneo” en Poiesis? Habrá que señalar, como lo hace el poeta mexicano Roberto Arizmendi, en el prólogo a su antología Poesía latinoamericana hoy, que se entiende por contemporáneo en el poeta “la presencia de temas o asuntos palpitantes; una voz que refleja el ser y sentir del ser humano y de la sociedad donde habita, reconociendo al ser humano y al poeta como ser unitario y universal, capaz de entender su propia existencia y entender el mundo que habita y en donde participa en la construcción de la historia”.

Lo contemporáneo es, también, el primer paso hacia el futuro. Y, respecto a la poesía que comentamos, hay que decir, como señala Julio Ortega, en el prólogo de su libro Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI, “¿Cómo leer la poesía que vendrá? Por alguna razón, no del todo evidente, la lectura de poesía es un acto de fe”.

Ese acto de fe tiene que ver con la definición de poeta moderno que nos brinda el estudioso romanista alemán Hugo Friedrich, como “el aventurero que se lanza a territorios del lenguaje todavía no hollados”, donde la poesía, como sostuvieron los surrealistas en su tiempo, ha sido siempre parte de la vida.

De lo que podemos estar seguros, en la diversidad de creadores de Poiesis Hispanoamericana, es que los textos antologados comunican un conocer lo particular, un contenido íntimo, individualizado, que contiene la misión misma del arte: “una significación que expresa la individualidad”, como señalara el poeta y crítico literario español Carlos Bousoño en su Teoría de la expresión poética.

Y esa individualidad se encuentra en las huellas de los textos de esta antología: huellas del viaje, del amor, de la amistad, del interior del exterior, de la poesía como empresa de salud, como expresión de la política, o significación del delirio, donde los poetas están más allá de sí mismos: como elementos existentes o fantasmas sin rostro, reinventándose a sí mismos.

La individualidad poética de los autores antologados queda patente al hacer de sus textos un modo de serenar su cotidiana angustia, ante este mundo que les causa dolor y desconcierto. Por eso un elemento central de los textos que comentamos es su valor como bálsamo medicinal o resistencia, que alivia la pesadumbre o la congoja existencial del poeta, o constituye la armadura con la que se cautela de esta realidad que lo lesiona.

En cualquier caso, para ir concluyendo, los poemas de Poiesis Hispanoamericana son las peras de este olmo de dos orillas: de la España, hoy “con su vientre a cuestas”, para decirlo con Vallejo, y de la América, en la que “se alzó tu imagen como una torre sobre la temprana noche”, según escribe Norah Lange. Leámoslos para encontrar nuestra propia voz en esta espléndida sinfonía.

Muchas gracias. 

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